El camino bajo la luna roja.
Caminé solo,
como tantas veces camina uno
cuando la vida se pone áspera,
cuando el silencio pesa más
que el ruido del mundo.
como tantas veces camina uno
cuando la vida se pone áspera,
cuando el silencio pesa más
que el ruido del mundo.
El cielo ardía,
una luna roja como un presagio,
y yo sabía
una luna roja como un presagio,
y yo sabía
—lo aprendí de golpe—
que a veces los miedos
tienen forma de gigante,
alas abiertas,
y cuernos que apuntan
a lo que más duele.
que a veces los miedos
tienen forma de gigante,
alas abiertas,
y cuernos que apuntan
a lo que más duele.
Pero seguí,
paso a paso,
con el bastón de mis errores
y la capa gastada
de todo lo que ya sobreviví.
paso a paso,
con el bastón de mis errores
y la capa gastada
de todo lo que ya sobreviví.
Y ahí entendí,
en medio del polvo y la sombra,
que uno no se enfrenta al monstruo:
se enfrenta a sí mismo.
Que no es la bestia la que decide,
sino la fuerza que te queda
cuando la vida te arrincona.
en medio del polvo y la sombra,
que uno no se enfrenta al monstruo:
se enfrenta a sí mismo.
Que no es la bestia la que decide,
sino la fuerza que te queda
cuando la vida te arrincona.
Porque al final,
aunque tiemble el suelo,
aunque arda el cielo,
aunque parezca imposible…
aunque tiemble el suelo,
aunque arda el cielo,
aunque parezca imposible…
el camino lo hace uno,
un paso,
otro paso,
y así,
hasta que el miedo aprende
que no puede con vos.
un paso,
otro paso,
y así,
hasta que el miedo aprende
que no puede con vos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias!