Cuando bailo, respiro.
Mi vida es mejor bailando,
lo aprendí una noche de cansancio,
cuando el mundo pesaba
y el silencio raspaba más que el frío.
lo aprendí una noche de cansancio,
cuando el mundo pesaba
y el silencio raspaba más que el frío.
Fue ahí,
entre un parlante roto y una calle cualquiera,
que descubrí que mover el cuerpo
es también mover el alma,
liberarla un poquito
como quien abre una ventana en verano.
entre un parlante roto y una calle cualquiera,
que descubrí que mover el cuerpo
es también mover el alma,
liberarla un poquito
como quien abre una ventana en verano.
Porque todos tenemos días torcidos,
días que nos doblan las ganas,
pero el ritmo
días que nos doblan las ganas,
pero el ritmo
—ese viejo amigo—
siempre me dice:
siempre me dice:
“volvé, que acá no duele tanto.”
Y vuelvo.
Aunque sea torpe,
aunque mis pasos no entren en ningún mapa,
aunque nadie mire.
Bailo para no perderme,
bailo para recordar
que sigo vivo.
Aunque sea torpe,
aunque mis pasos no entren en ningún mapa,
aunque nadie mire.
Bailo para no perderme,
bailo para recordar
que sigo vivo.
Mi vida es mejor bailando,
porque en cada giro
se me cae un miedo,
y en cada salto
se me ilumina un recuerdo.
porque en cada giro
se me cae un miedo,
y en cada salto
se me ilumina un recuerdo.
Y al final,
cuando la música baja
y el pecho sigue latiendo como un beat tardío,
entiendo que bailar
es la manera más simple
de volver a empezar.
cuando la música baja
y el pecho sigue latiendo como un beat tardío,
entiendo que bailar
es la manera más simple
de volver a empezar.
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