Ecos del amor eterno.
Te busco en los sueños que no terminan,
en las sombras suaves que dejan tus manos.
No estás, pero estás —como brisa que inclina—,
el alma a veces vive donde no pisan los humanos.
en las sombras suaves que dejan tus manos.
No estás, pero estás —como brisa que inclina—,
el alma a veces vive donde no pisan los humanos.
Aprendí que el amor no muere, se transforma,
que el cuerpo se apaga, pero el sentir se conforma.
Te siento en el aire, en la lluvia, en la calma,
en el silencio tierno que abraza mi alma.
que el cuerpo se apaga, pero el sentir se conforma.
Te siento en el aire, en la lluvia, en la calma,
en el silencio tierno que abraza mi alma.
Te hablo bajito, sin miedo al vacío,
porque sé que escuchás desde tu río.
Hay ausencias que duelen y otras que enseñan,
a mirar distinto, a querer sin cadenas.
porque sé que escuchás desde tu río.
Hay ausencias que duelen y otras que enseñan,
a mirar distinto, a querer sin cadenas.
No fue un adiós, fue un cambio de forma,
de piel, de tiempo, de simple norma.
El amor del más allá no pide presencia,
vive en la fe, arde en la conciencia.
de piel, de tiempo, de simple norma.
El amor del más allá no pide presencia,
vive en la fe, arde en la conciencia.
Y cuando el mundo me pese de nuevo,
cierro los ojos, respiro tu fuego.
Porque el amor verdadero, sin fecha ni edad,
es el que vuelve —siempre— del más allá.
cierro los ojos, respiro tu fuego.
Porque el amor verdadero, sin fecha ni edad,
es el que vuelve —siempre— del más allá.
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