Sombrero de huesos y libertad.
En el filo del mundo encontré este símbolo,
un cráneo sonriendo
como quien ya entendió la verdad:
que vivir es un viaje
y la libertad, la única lealtad.
un cráneo sonriendo
como quien ya entendió la verdad:
que vivir es un viaje
y la libertad, la única lealtad.
Ese sombrero gastado
me recuerda a mis días de calle,
cuando buscaba rumbo en el ruido,
cuando cada tropiezo era un puerto
y cada temor, un desafío escondido.
me recuerda a mis días de calle,
cuando buscaba rumbo en el ruido,
cuando cada tropiezo era un puerto
y cada temor, un desafío escondido.
Crecí creyendo que la muerte
era un final cerrado,
pero aprendí
era un final cerrado,
pero aprendí
—entre derrotas y regresos—
que a veces la vida te exige
ser un pirata sagrado:
navegar lo incierto,
sonreír a lo fuerte,
arriesgar el paso aunque tiemble la suerte.
que a veces la vida te exige
ser un pirata sagrado:
navegar lo incierto,
sonreír a lo fuerte,
arriesgar el paso aunque tiemble la suerte.
Por eso este símbolo vibra en mi pecho:
cruz de huesos,
carcajada eterna,
piel que ya no está,
pero espíritu que aún gobierna.
cruz de huesos,
carcajada eterna,
piel que ya no está,
pero espíritu que aún gobierna.
Y así sigo,
con métrica libre,
con alma que se niega a parar:
porque entendí que el miedo
solo sirve para despertar,
y que uno se vuelve invencible
cuando decide avanzar.
con métrica libre,
con alma que se niega a parar:
porque entendí que el miedo
solo sirve para despertar,
y que uno se vuelve invencible
cuando decide avanzar.
Hoy miro ese cráneo y digo:
yo también soy viaje,
yo también soy tempestad.
yo también soy viaje,
yo también soy tempestad.
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