Porque estás, el mundo respira.
A veces uno duda,
lo confieso sin vueltas:
crecí pensando
que mi sombra pesaba más que mi nombre,
que pasar desapercibido
era casi un destino.
lo confieso sin vueltas:
crecí pensando
que mi sombra pesaba más que mi nombre,
que pasar desapercibido
era casi un destino.
Hasta que un día,
entre idas y vueltas de una tarde gris,
alguien me dijo algo simple,
tan simple que parecía magia:
“me hacés bien,
solo por existir”.
entre idas y vueltas de una tarde gris,
alguien me dijo algo simple,
tan simple que parecía magia:
“me hacés bien,
solo por existir”.
Y entendí
—como en un golpe suave—
que todos somos faro para alguien,
aunque no lo sepamos,
aunque la vida nos maree.
que todos somos faro para alguien,
aunque no lo sepamos,
aunque la vida nos maree.
Por eso hoy rimo con calma,
con métrica de calle,
con la voz que se afloja cuando abraza:
con métrica de calle,
con la voz que se afloja cuando abraza:
Porque ahí afuera,
en un rincón que no ves,
alguien respira más liviano
porque vos estás.
en un rincón que no ves,
alguien respira más liviano
porque vos estás.
No tenés que salvar el mundo,
no tenés que ser perfecto,
solo ser.
Ser como sos.
Ser lo que sos.
no tenés que ser perfecto,
solo ser.
Ser como sos.
Ser lo que sos.
Y ojalá este poema,
nacido de una experiencia simple
que me cambió para siempre,
te recuerde algo esencial:
nacido de una experiencia simple
que me cambió para siempre,
te recuerde algo esencial:
Tu existencia
es un regalo para alguien.
Quizás también para mí.
es un regalo para alguien.
Quizás también para mí.
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