Sangre celeste y blanca.
Yo soy tu sangre, Argentina,
la que late con bronca y alegría,
la que canta aunque el alma duela,
la que se levanta cuando todo se inclina.
la que late con bronca y alegría,
la que canta aunque el alma duela,
la que se levanta cuando todo se inclina.
Crecí entre mates y veredas rotas,
entre gritos de potrero y promesas rotas,
donde el barrio enseña sin libros,
que el honor se gana, no se compra.
entre gritos de potrero y promesas rotas,
donde el barrio enseña sin libros,
que el honor se gana, no se compra.
“Oíd mortales”, dijeron los viejos himnos,
y yo los oí —con el pecho encendido—,
porque esta tierra no se explica con palabras,
se siente, se sufre, se grita al oído.
y yo los oí —con el pecho encendido—,
porque esta tierra no se explica con palabras,
se siente, se sufre, se grita al oído.
Vi al obrero volver cansado,
al pibe soñar con una pelota gastada,
a la vieja ponerle fe al guiso,
y entendí que la patria está en la mirada.
al pibe soñar con una pelota gastada,
a la vieja ponerle fe al guiso,
y entendí que la patria está en la mirada.
No somos perfectos, somos fuego,
orgullo, amor y desvelo.
Nos caemos mil veces,
pero en cada caída gritamos: ¡vamos de nuevo!.
orgullo, amor y desvelo.
Nos caemos mil veces,
pero en cada caída gritamos: ¡vamos de nuevo!.
Yo soy tu sangre, Argentina,
la que vibra sin miedo, sin pausa, sin guía.
Y aunque el mundo no entienda esta locura divina,
prefiero morir de pasión…
que vivir sin ser parte de tu vida.
la que vibra sin miedo, sin pausa, sin guía.
Y aunque el mundo no entienda esta locura divina,
prefiero morir de pasión…
que vivir sin ser parte de tu vida.
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