sábado, 18 de octubre de 2025

Demasiada cama, poca calma.


Demasiada cama, poca calma.

Hoy me quedé en la cama más de la cuenta,
no por placer, sino por esa tormenta
que a veces pesa más que el cuerpo.
Esa que se mete entre las sábanas
y te susurra que afuera no hay consuelo.

La almohada fue testigo de mis dudas,
la sábana, cómplice muda.
El reloj giraba lento,
como si el tiempo también
tuviera miedo de levantarse.

Dicen que el descanso cura,
pero a veces dormir es esconder la herida.
Y entre sueños, entendí:
no hay exceso de cama,
hay exceso de vida no vivida.

Entonces me levanté, con el alma a medias,
el cuerpo cansado, pero la fe despierta.
Porque quedarse tirado es fácil,
lo difícil es pararse y decirse:
“voy igual, aunque duela”.

Y así salí,
sin maquillaje de fuerza,
con ojeras de batalla y un corazón honesto.
Aprendí que el exceso de cama no es pereza;
es una pausa del alma buscando regreso.


 

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