domingo, 19 de octubre de 2025

Pulso felino.


Pulso felino.

Late el silencio,
y entre las sombras del cuarto
se mueve un dios pequeño,
envuelto en misterio y maullidos lentos.

Su andar es poesía sin esfuerzo,
su mirada —un universo quieto—.
No busca amor, lo concede,
con la elegancia de quien no debe explicarse.

Una vez lo encontré en la calle,
flaco, sucio, pero con dignidad intacta.
Lo llamé, no vino;
me observó, y supe que el trato era al revés:
no lo adopté, me eligió él.

Desde entonces compartimos silencios,
rutinas suaves, noches largas.
Yo escribo; él duerme al costado,
como si el mundo no doliera tanto
si uno tiene un gato cerca.

Hay días en que su corazón
marca el compás del mío.
Y pienso: quizá eso sea el amor,
no una promesa, ni un destino,
sino un pulso,
felino, humano, divino,
que te recuerda que aún estás vivo.


 

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