Exceso de cara de orto.
En la esquina del día,
donde todos cargamos señales invisibles,
vi ese cartel rojo,
parecido a un grito mudo
que pide una pausa al malhumor del mundo.
donde todos cargamos señales invisibles,
vi ese cartel rojo,
parecido a un grito mudo
que pide una pausa al malhumor del mundo.
Y me acordé de mí,
de esos días en que la vida me pesaba en la cara,
cuando el cansancio era un escudo
y la bronca un idioma.
Nadie lo decía,
pero yo sabía que caminaba
con el gesto torcido
de quien pelea contra sombras propias.
de esos días en que la vida me pesaba en la cara,
cuando el cansancio era un escudo
y la bronca un idioma.
Nadie lo decía,
pero yo sabía que caminaba
con el gesto torcido
de quien pelea contra sombras propias.
Por eso hoy te hablo,
a vos que quizás venís igual,
luchando con un lunes eterno,
con la memoria que pica,
con la palabra que no sale,
con el cansancio que empuja.
a vos que quizás venís igual,
luchando con un lunes eterno,
con la memoria que pica,
con la palabra que no sale,
con el cansancio que empuja.
Respirá.
Que a veces la cara de orto
es solo un exceso de historia,
un desborde del alma
que pide un abrazo,
o una risa que interrumpa
la gravedad del instante.
Que a veces la cara de orto
es solo un exceso de historia,
un desborde del alma
que pide un abrazo,
o una risa que interrumpa
la gravedad del instante.
Yo también estuve ahí,
y aprendí que la vida cambia
cuando uno le afloja un poco al ceño,
como si el mundo respondiera
al mínimo gesto de tregua.
y aprendí que la vida cambia
cuando uno le afloja un poco al ceño,
como si el mundo respondiera
al mínimo gesto de tregua.
Así que si hoy te pesa el rostro,
que este cartel te recuerde algo simple:
no sos el único.
Y hasta en los días torcidos
hay un pequeño bordesito de luz
esperando que lo mires.
que este cartel te recuerde algo simple:
no sos el único.
Y hasta en los días torcidos
hay un pequeño bordesito de luz
esperando que lo mires.
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