Entre el seis y el nueve.
Yo tan 6, redondito,
aprendiendo a querer sin guía,
con los tropiezos de siempre,
con la torpeza que da la vida.
aprendiendo a querer sin guía,
con los tropiezos de siempre,
con la torpeza que da la vida.
Vos tan 9, luminosa,
caminando firme, tranquila,
como si el mundo te entendiera
y te abriera puertas todos los días.
caminando firme, tranquila,
como si el mundo te entendiera
y te abriera puertas todos los días.
Y en esa diferencia rara
—que al principio dolía—
descubrí que a veces la magia
es no encajar…
sino hacer poesía.
—que al principio dolía—
descubrí que a veces la magia
es no encajar…
sino hacer poesía.
Porque una tarde cualquiera,
cuando pensé que no alcanzaba,
tu risa cayó sobre mi duda
y la hizo pequeña, casi nada.
cuando pensé que no alcanzaba,
tu risa cayó sobre mi duda
y la hizo pequeña, casi nada.
Desde ahí aprendí lo simple:
que no hace falta ser perfecto,
que a veces el 6 encuentra sentido
solo cuando el 9 lo mira de cerca,
y le acomoda el pecho.
que no hace falta ser perfecto,
que a veces el 6 encuentra sentido
solo cuando el 9 lo mira de cerca,
y le acomoda el pecho.
Hoy camino,
con las rimas que me enseñó tu abrazo,
sabiendo que la vida es eso:
dos números distintos
que igual terminan
sumando alto.
con las rimas que me enseñó tu abrazo,
sabiendo que la vida es eso:
dos números distintos
que igual terminan
sumando alto.
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