Tipo a.
Dicen que soy tipo A,
que pienso demasiado, que no sé parar,
que cargo el alma con mapas y planes,
como si el destino se dejara programar.
que pienso demasiado, que no sé parar,
que cargo el alma con mapas y planes,
como si el destino se dejara programar.
Pero la vida —esa que no avisa—
me enseñó a soltar la camisa,
a manchar el papel,
a escribir sin márgenes, aunque duela y desliza.
me enseñó a soltar la camisa,
a manchar el papel,
a escribir sin márgenes, aunque duela y desliza.
Ser tipo A es querer que todo encaje,
y terminar riéndome cuando nada encaja,
porque el error también enseña,
y a veces el caos se disfraza de ventaja.
y terminar riéndome cuando nada encaja,
porque el error también enseña,
y a veces el caos se disfraza de ventaja.
Una vez perdí algo que no debía,
y me juré no volver a calcular la alegría,
porque hay latidos que no entienden de lógica,
solo sienten poesía.
y me juré no volver a calcular la alegría,
porque hay latidos que no entienden de lógica,
solo sienten poesía.
Tipo A, sí —perfeccionista y terco—,
pero aprendí que el alma no tiene formato,
que lo perfecto es solo un defecto
que aprendió a maquillarse bonito.
pero aprendí que el alma no tiene formato,
que lo perfecto es solo un defecto
que aprendió a maquillarse bonito.
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