martes, 7 de octubre de 2025

Ojos del cielo.


Ojos del cielo.

La vi una tarde cualquiera,
cuando el sol ya se rendía,
y su mirada celeste
me cambió la geografía.

No era solo un par de ojos,
eran mares en calma viva,
eran trozos de infinito
en una esquina perdida.

Yo venía del cansancio,
de naufragar en mis días,
de dudar de cada paso
y esconderme de la vida.

Pero ella —sin decir nada—
me miró, y el mundo gira,
como si el tiempo entendiera
que aún quedaban salidas.

Desde entonces, cuando dudo,
cierro los ojos, la invoco,
esa mirada celeste
vuelve y me pinta de foco.

Porque hay miradas que sanan,
sin prometer ni mentir,
que te recuerdan quién eras
cuando olvidás sonreír.

Y aunque el destino nos lleve
por caminos sin aviso,
sé que su luz, desde lejos,
me acompaña… y sigue vivo.


 

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