lunes, 6 de octubre de 2025

Los que me salvaron sin saberlo.


Los que me salvaron sin saberlo.

Hubo noches sin respiro,
donde el alma se me hundía,
y la sombra del hastío
me mordía la alegría.

Ahí aparecieron ellos,
sin promesas ni discursos,
con palabras que eran fuego
y silencios con recursos.

No curaron mis heridas,
solo me dieron abrigo,
y en el ruido de sus risas
recordé por qué sigo.

Compartimos pan y penas,
calles, sueños, madrugadas,
cada abrazo fue una escena
que soldó mis grietas gastadas.

Mis amigos —los reales—,
no los de foto o pantalla,
son los que llegan sin cita
cuando el alma se me calla.

Con ellos todo es más claro,
aunque el mundo se derrumbe,
porque su risa sincera
hace que el dolor sucumbe.

Hoy lo digo sin pudor,
con el pecho hecho canción:
mis amigos son la cura
de mi roto corazón.


 

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