lunes, 6 de octubre de 2025

Lo soñé, y caminé.


Lo soñé, y caminé.

Soñé con alas en los pies,
cuando apenas tenía suelo.
Soñé con tocar el cielo,
aunque el miedo me mordés.

Me dijeron: “eso es humo”,
“despertá, no seas iluso”,
pero el sueño fue mi impulso,
mi refugio, mi consumo.

Crecí entre dudas y aciertos,
con la fe medio gastada,
pero cada noche rota
me enseñó que el alma nada.

Y nadé contra corriente,
sin mapa, sin recompensa,
solo el fuego en mi cabeza
y un latido persistente.

“Si puedo soñarlo, puedo hacerlo”,
me repetí mil veces,
mientras el mundo dormía
y yo jugaba mis meses.

Y lo hice —no perfecto—,
con errores, con heridas,
pero el sueño fue mi espejo
y el camino, mi salida.

Hoy miro atrás y sonrío,
ya no temo a lo imposible,
porque entendí que el sueño
es lo único invencible.


 

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Solo quiero fuego real.

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