La excusa del destino.
Inventá la excusa, la que suene ridícula,
esa que solo entiende quien todavía implica.
Decime que pasaste por casualidad,
que el universo te trajo, sin plan, sin maldad.
esa que solo entiende quien todavía implica.
Decime que pasaste por casualidad,
que el universo te trajo, sin plan, sin maldad.
Decí que marcaste mi número sin querer,
que fue el dedo, no el alma, el que quiso volver.
Pero igual llamá… aunque tiemble la voz,
que a veces mentirle al miedo nos acerca a los dos.
que fue el dedo, no el alma, el que quiso volver.
Pero igual llamá… aunque tiemble la voz,
que a veces mentirle al miedo nos acerca a los dos.
No me hables del tiempo ni de los años,
hablame del alma, de viejos engaños.
Que el amor no se mide en relojes ni en fechas,
sino en la forma en que el recuerdo nos acecha.
hablame del alma, de viejos engaños.
Que el amor no se mide en relojes ni en fechas,
sino en la forma en que el recuerdo nos acecha.
Yo también inventé mil formas de hallarte,
en canciones, en calles, en sueños, en arte.
Porque quien ama no olvida: transforma el dolor
en versos, en fuego, en eco interior.
en canciones, en calles, en sueños, en arte.
Porque quien ama no olvida: transforma el dolor
en versos, en fuego, en eco interior.
Así que buscá la excusa más tonta y divina,
la que solo entiende quien aún se lastima.
Llamame sin miedo, rompé la rutina…
que a veces el destino solo espera una mínima rima.
la que solo entiende quien aún se lastima.
Llamame sin miedo, rompé la rutina…
que a veces el destino solo espera una mínima rima.
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