Creer, reír.
Un día, cansado, me senté en la vereda,
la vida me hablaba, pero yo no la leía entera.
Tenía los bolsillos vacíos de promesas,
y la risa guardada, por si algo me pesa.
la vida me hablaba, pero yo no la leía entera.
Tenía los bolsillos vacíos de promesas,
y la risa guardada, por si algo me pesa.
Pero pasó un abuelo, silbando bajito,
con arrugas que hablaban de un mundo infinito.
Me miró con ternura, sin decirme nada,
y en sus ojos leí: “viví, no postergues nada”.
con arrugas que hablaban de un mundo infinito.
Me miró con ternura, sin decirme nada,
y en sus ojos leí: “viví, no postergues nada”.
Creer es andar sin saber el camino,
y reír es bailar sin medir el destino.
Es entender que aunque duela el andar,
vale más el intento que quedarse a mirar.
y reír es bailar sin medir el destino.
Es entender que aunque duela el andar,
vale más el intento que quedarse a mirar.
El mundo es un loco, y a veces te empuja,
pero si vos reís, la tristeza se afloja.
Y si creés —aunque sea poquito—,
ya no hay piedra tan grande ni pozo tan finito.
pero si vos reís, la tristeza se afloja.
Y si creés —aunque sea poquito—,
ya no hay piedra tan grande ni pozo tan finito.
No hay mapa perfecto, ni ley garantida,
hay momentos que enseñan a querer la vida.
Creer y reír: esa es la receta,
y si no la sabés, el alma la inventa.
hay momentos que enseñan a querer la vida.
Creer y reír: esa es la receta,
y si no la sabés, el alma la inventa.
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