Maldito cupido.
Maldito cupido,
te escondiste en cada esquina del recuerdo,
me diste besos de pólvora
y me dejaste abrazando fantasmas.
te escondiste en cada esquina del recuerdo,
me diste besos de pólvora
y me dejaste abrazando fantasmas.
Yo confié en tus juegos,
en esas promesas que sabían a eternidad,
y terminé contando las grietas del alma
como quien cuenta monedas rotas.
en esas promesas que sabían a eternidad,
y terminé contando las grietas del alma
como quien cuenta monedas rotas.
Te odié en silencio,
cuando la cama quedó vacía
y la voz que juraba quedarse
se volvió humo en la madrugada.
cuando la cama quedó vacía
y la voz que juraba quedarse
se volvió humo en la madrugada.
Pero aprendí —sí, aprendí—
que el amor no es tu flecha,
que no nace de un mito,
ni de un dios con vendas en los ojos.
que el amor no es tu flecha,
que no nace de un mito,
ni de un dios con vendas en los ojos.
El amor es humano,
es caer y volver a levantarse,
es mirar la herida y decir:
“soy más fuerte que tu truco barato”.
es caer y volver a levantarse,
es mirar la herida y decir:
“soy más fuerte que tu truco barato”.
Maldito cupido,
te nombro solo para despedirte,
porque hoy mi pecho respira sin cadenas,
y la libertad me abraza más
que cualquier flecha torcida.
te nombro solo para despedirte,
porque hoy mi pecho respira sin cadenas,
y la libertad me abraza más
que cualquier flecha torcida.
Ya no eres mi destino.
Yo mismo soy mi propio disparo.
Yo mismo soy mi propio disparo.
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