Antojo de escuchar tu respiración agitada en mi oído.
Te pienso en la sombra… y ya no hay sosiego,
mi piel te busca como fuego al juego.
Antojo salvaje, de verte rendida,
de que tu aliento me diga que estás… viva.
mi piel te busca como fuego al juego.
Antojo salvaje, de verte rendida,
de que tu aliento me diga que estás… viva.
Tu respiración, temblorosa, urgente,
se clava en mi oído… suave y caliente.
No hay reloj ni nombre en ese momento,
sólo vos, el deseo… y el viento.
se clava en mi oído… suave y caliente.
No hay reloj ni nombre en ese momento,
sólo vos, el deseo… y el viento.
Tus uñas en mi espalda escriben poesía,
y cada jadeo… es filosofía.
No hay Dios que me salve de este ritual,
cuando hacés del placer un acto vital.
y cada jadeo… es filosofía.
No hay Dios que me salve de este ritual,
cuando hacés del placer un acto vital.
Quiero el gemido que no pedís permiso,
el temblor sin filtro, directo al paraíso.
No es solo pasión, es alma encendida,
es querer con locura… con piel y con vida.
el temblor sin filtro, directo al paraíso.
No es solo pasión, es alma encendida,
es querer con locura… con piel y con vida.
Y que en ese instante todo se detenga,
que tus piernas tiemblen, que la cama se venga.
Porque en tu oído, en ese rincón,
es donde comienza… mi religión.
que tus piernas tiemblen, que la cama se venga.
Porque en tu oído, en ese rincón,
es donde comienza… mi religión.
Cuando el deseo es sincero…
también puede ser sagrado.
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